Ya lo dice la canción “Volver”, magistral poema cantado obra de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera: “Volver. Con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir. Que es un soplo de vida. Que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra”.
Sentidas palabras de un argentino universal que bien pueden reflejar el sentimiento de los gallegos cuando añoramos nuestra tierra. Ya lo dijo Castelao, nuestro sabio vate local, cuando en su imperecedera obra “Sempre en Galiza”, enunció que ser gallego no supone solo haber nacido en una brumosa ubicación en el norte de España; es mucho más que eso, más que un lugar, es un sentimiento, es una emoción. Por ello, uno no es gallego sólo; además, se siente gallego, y lo transmite a través de su genética a sus descendientes.
También el inmortal tanguista canta que “Vivir. Con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez”. Cierto, muy cierto, aunque también es verdad que no se puede volver a donde nunca se estuvo. Por eso, los descendientes de gallegos también sienten morriña, porque llevan el recuerdo impreso en el alma, y el alma, inmortal, como la galleguidad, no tiene ubicación, no tiene lugar; mora en los vericuetos, en las corredoiras del espíritu.
Los gallegos vuelven, los descendientes de gallegos, retornan. Porque “tornar” en gallego, también significa volver la vista atrás, revisar y remirar para cambiar la dirección de nuestros pasos; y, aun no habiendo estado, el sentimiento de lejanía, de ausencia, se percibe igual. Incluso, en ocasiones, aún naciendo en otro lugar, en el alma del gallego de estirpe, a pesar de no haber sido parido en Galicia, se le imprime esa oquedad que no se llena más que con el retorno.
Por ello, todos los gallegos, nacidos o no en Galicia, por derecho de genética, tienen su propio derecho al retorno. Y también por eso, cuando escuchan el alegre piar de la gaita, algo se les mueve en el corazón.
Bienvenido a este humilde camino de retorno, para enraizar, para arraigar, para volver y germinar, porque todo gallego trasterrado, como canta Gardel, “guarda escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de su corazón”: retornar.
“Nuestra “galleguidad” proviene de la fortaleza del espíritu, y aunque carezcamos de voluntad ofensiva somos inexpugnables en la resistencia”.
Alfonso Daniel Rodríguez Castelao.
“Sempre en Galiza”.