Se suele decir que un pesimista es sólo un optimista bien informado (en realidad, el aserto no proviene de la sabiduría popular; pertenece a la obra de Mario Benedetti “Rincón de Haikus”). Puede ser, sí. Pero como en el fondo, se vive de esperanzas, sale más a cuenta creer que ocurrirá lo mejor que no conformarse con que todo va a salir siempre peor.
“El pesimista ve la dificultad en cada oportunidad; un optimista ve la oportunidad en cada dificultad” (Winston S. Churchill).
Una de las cosas buenas que nos trajo la odiosa y ya casi interminable pandemia, aunque cierto es que no muchas, es la reivindicación de la creatividad y el ingenio, eso que llamamos ahora como I+D+i. Y así, el repertorio de mejoras aplicadas a las vulgares y engorrosas mascarillas es interminable. Hasta en el lenguaje hemos conseguido crear una novedosa semántica para nombrar todo lo ocurrido. Todo lo novedoso generado en estos años últimos se resume, por hacer el post amable, en un invento que ha pasado muy desapercibido y que, este sí, se va a convertir en un arma de destrucción masiva o como mínimo, en el aparato que va a revolucionar nuestra convivencia: el PetPuls. Bromas aparte, ¿Y que es el PetPuls? Pues un humilde collar para perros, obra de unos innovadores y emprendedores coreanos que han visto una oportunidad donde otros sólo habían considerado que no había interés alguno. Como estamos tratando sobre perros, tuvieron “olfato emprendedor”.
“El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo” (Gilbert Keith Chesterton)
Científicos y tecnólogos de una startup norcoreana, como no podía ser de otra manera en estos tiempos que corren, han creado y puesto a la venta un collar, hasta ahora solo para canes, que detecta las emociones de tu mascota a través de los ladridos, clasificándolos en cinco estados diferentes (feliz, relajado, ansioso, enfadado o triste). Con más de 10.000 muestras de 50 razas diferentes de chuchos, el dispositivo es capaz de determinar el estado de ánimo del cánido y trasladarlo a una app de tu móvil; un milagro más obtenido gracias al santificado Big Data.
El artilugio, con un precio de 99 dólares, se encuentra ya accesible en Internet desde octubre pasado, convirtiéndose en un rotundo éxito de ventas. A nadie se le había ocurrido antes que los ladridos y movimientos de rabo de nuestras mascotas más habituales, los perros, se pudieran convertir en una innovación con pretensiones de venta. Y lo mejor, que tuviese éxito.
“Me siento muy optimista sobre el futuro del pesimismo” (Jean Rostand).
Pero el resultado de la innovación, una vez que se produce, hay que transmitirlo. Por eso es tan importante desarrollar habilidades de comunicación, en particular para la presentación de las iniciativas que lleven a cabo los emprendedores. En el desarrollo de los proyectos casi es tan importante como el propio proyecto, saber contarlo y, por qué no decirlo, saber venderlo. Este ejemplo que hemos puesto, no sería igual proponerlo como un juguete más, algo meramente gracioso y digno de un regalo sorprendente, frente a considerarlo como un sistema de relacionarse con la mascota perruna muy eficaz para conocer mejor a nuestro perro. No es igual.