En el elenco de los formatos poéticos más habituales y conocidos no se encuentra el denominado como Gaita Gallega (el moderno endecasílabo dactílico o anapéstico), versos propios ya poco utilizados. Este modo de verso, lo define el Diccionario Español de Términos Literarios Internacionales editado por el CSIC como “ritmo acelerado propio del verso en que se suele manifestar en el baile gallego de la muiñeira. Este ritmo es de carácter ternario (dos sílabas átonas entre tónicas). Tiene dos manifestaciones distintas en la poesía española: una irregular o amétrica de carácter actual, en el verso de gaita gallega: otra regular, isosilábica, siendo en el endecasílabo propio de gaita gallega”.
En definitiva y que, como siempre, nos debatimos entre dos opciones. Hasta en el folclore se nos impone la dual decisión posterior a la duda finalmente nunca bien resuelta a satisfacción sobre qué debemos hacer. De hecho, la gaita gallega también presenta dos fórmulas de exposición: una de carácter más popular y otra de corte más culto. Siempre igual,… “deixa a ver”.
Y ¿a qué viene un post dedicado a la gaita gallega? Pues a que en la vida se nos aparecen las situaciones de interés vestidas siempre de dicotomía, es decir, si me fio de la intuición o las resuelvo con el pensamiento racional. Pues vamos a hacer spoiler: ambas son válidas, y, si las sabes combinar bien, el resultado suele ser muy satisfactorio. No solo hay que saber aprovechas las oportunidades; hay que convertir el fracaso en éxito y todo ello saber convertirlo en un hábito.
Entre las muchas anécdotas que dio de sí la conquista del polo sur o antártico se encuentra la atribuida al explorador Ernest Shackleton, quien pasaba por ser un muy hábil resolutor de graves contingencias; de hecho, fue quien realizó el llamado “peor viaje del mundo” con la Expedición Imperial Transatlántica (1914-1917). Su fracaso más sonado se convirtió en su mayor éxito cuando consiguió volver de una fallida exploración para cruzar el continente antártico con todos sus hombres vivos y a salvo; 28 en concreto. Después de dos años de agónica ruta y aun no lográndolo, siempre será recordado como uno de los grandes exploradores del pasado siglo. Gracias a su tenacidad, determinación y arrojo, consiguió sacar de sí mismo y de sus hombres, capacidades excepcionales y desconocidas en el ambiente considerable como el más hostil posible en todo el planeta. Ello llevó a sus contemporáneos a determinar que, si una situación se tornaba muy, pero que muy compleja, lo mejor era llamarlo. Así lo resumiría Apsley Cherry-Garrad, antiguo miembro de las expediciones de Scott, “para una organización científica y geográfica conjunta dame a Scott, para un viaje invernal, Wilson, para una carrera al Polo y nada más, Amundsen, y si estoy en un maldito agujero y quiero salir, dame todo el rato a Shackleton”. En medio del hielo, al lugar que había construido con sus hombres donde pudieron pasar el duro invierno y así, gracias a ello, salvarse, lo llamaron “Campamento Paciencia”.
Por seguir en el ámbito de lo autóctono gallego, con la gaita como referencia, el instrumento se utiliza en el baile típicamente gallego, la muiñeira, volviéndose imprescindible. Así, la muiñeira se acompaña siempre con el sonido de la gaita. Este instrumento de viento y madera, también tiene dos grandes partes: una para la melodía, compuesta por soplete, puntero y fuelle, todo ello diseñado para utilizar el aire que provoca los sonidos; y una segunda cuyos componentes son el roncón, la ronqueta y el ronquillo, causantes de ese otro sonido monocorde tan identificativo de la gaita. Otro dilema, melodía o soniquete. Hasta en el digitado de las notas, la gaita es dicotómica: picado, golpe seco y rápido para emitir los acordes o batemento, golpeo de varios dedos simultáneamente sobre los agujeros del puntero. Ou arre ou xo, vai ou non vai, nunca choveu que nos escampara… El mundo se divide en dos tipos de personas, los que creen que se divide en dos y los que no lo creemos. Pero todos, somos una combinación de intuición y reflexión. En el caso del emprendedor, todavía más acentuado, puesto que tiene que combinarlo con la innovación.
Cuentan las crónicas de la época que antes de realizar el arriesgado viaje en barco que le llevaría a la Antártida, el “Jefe” como le llamaban sus hombres, para completar la tripulación hizo publicar en la prensa londinense un anuncio que decía “se necesitan hombres para viaje peligroso. Salarios bajos, frio extremo, meses de completa oscuridad, peligro constante, retorno ileso dudoso. Honores y reconocimiento en caso de éxito”; recibió 5.000 respuestas. Y, por cierto, el barco rompehielos de Sir Ernest Shackleton, en honor al lema familiar “resistiendo, venceremos”, llevaba el premonitorio nombre de “Endurance”, es decir, Resistencia.
Intuición, reflexión y persistencia. Todo ello combinado, en el caso del emprendedor, se convierten en una actitud ante la vida que denominamos automotivación. Si además, se conecta con la consideración de la importancia del entorno y su valoración como parte de la responsabilidad propia, el cóctel resultará así, imbatible.